La vida es como un gran libro que el destino va leyendo por partes. Uno que vamos escribiendo con nuestras propias manos. Y aunque a muchos les preocupe, el título de la obra para nada es importante, de todos modos, desde nuestro nacimiento, todo es nuevo alrededor, y solo sabemos por instinto que algo esta sucediendo. Quizás por eso, la introducción es algo muy difícil de escribir, y es hasta el pasar de los capítulos, que vamos viendo más claramente el tema principal.
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El contenido, nadie lo sabe. Son los designios de Dios, la búsqueda de nuestro destino, ese sublime deber de colaborar con el arquitecto de nuestros sueños, para que la vida sea mas perdurable y dejar una huella imborrable a las generaciones venideras, es lo que nos mantiene vivos. En estas páginas, muchas veces se escribe el prefacio; idea de Dios que une a un hombre y una mujer que se aman apasionadamente, para formar una familia en el santo matrimonio, trayendo en su voluntad los renuevos que seguirán produciendo las semillas, para que el árbol principal nunca muera.
Por eso, nunca debemos darle solamente una leída rápida, o versión resumida a nuestra existencia, hay que vivirla hasta llegar al último tema. ¿Cuantos son? Solo nuestro Creador puede responderlo. Mientras tanto, hay que poner todo nuestro amor y pasión en vivir el presente, no adelantando la página siguiente, tampoco agregando notas o tachones, disfrutando la lectura sin pensar en el pasado, que verdaderamente el libro de nuestra vida otros también lo están leyendo, como algún día también lo harán nuestros hijos con nuestro pasado.
Las notas al pie de página, si fueran necesarias, hay que emplearlas para detallar los mejores momentos, alegrías o tristezas, desaciertos o grandes victorias que llevamos en nuestra vida. Teniendo siempre presente que cada una de ellas fue una escuela, que sirvió para moldear nuestro carácter y trasformar nuestra vida para amar y disfrutar más. Las referencias, las de nuestros mejores amigos, esos seres incondicionales que nunca esperan explicaciones sencillamente por ser amigos, son las páginas que debemos escribir con mucho más cuidado. Son aquellos que en nuestros peores momentos, nunca nos abandonaron y que a pesar de todo, pasan los años y siguen ahí, a nuestro lado.
Obviamente, no podemos obviar la parte más importante. La fe de erratas, esa que quisiéramos nunca en la vida hacer uso de este recurso, pero siempre será la más importante. ¿Porque? Porque en ellas están registradas nuestros más grandes fallos, y la forma en que los corregimos. Son la muestra de que es de humanos cometer errores, y de los valientes reconocerlos siguiendo adelante, levantándose después de caer; haciendo todo el esfuerzo, para que los próximos capítulos no se repita más historia.
Es la forma de aliviar un poco nuestra carga, el poder saber que de todos los yerros y desaciertos que para muchos serían descalificaciones -gracias a Dios que no son los autores- se van convirtiendo en pequeñas señales de estamos pasando un proceso que de escuela y aprendizaje. Por eso los capítulos son como como piezas de un gran domino gigante, que se van tocando una a la otra en el silencio de nuestro corazón; hasta estallar algunas en momentos de alegría, risas y aplausos, y otras en lágrimas, silencio y abrazos.
Y cuando el final se acerque, después de haber cumplido el propósito que nos fue encomendado en el primer aliento vida -para algunos un gran desperdicio de tiempo, para otros lo mejor que pudo pasarles en su paso por esta tierra- tendremos la oportunidad, de tomar el libro que narra nuestra existencia, y compartir la experiencia con aquellos que vienen siguiendo nuestros pasos. Aunque lamentablemente, muchos no lo ven de esta manera, y se dan cuenta demasiado tarde del hermoso regalo que les fue entregado, no podemos dejar de cumplir la tarea que nos ha sido encomendada: ser luz en medio de las tinieblas...
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